El marqués de Camposagrado, mira tú por dónde, llevó a Rimsky en barca por la ría del Eo (entre Galicia y Asturias), tal vez en las lanchas de los antepasados de Fico de Abres que se instalaría con la suya en Castropol en el bar-galpón del puerto (de adolescente fui su ayudante lanchero junto a mi amigo Latas, en el periplo Vegadeo-playa das Figueiras con permiso de las mareas, por lo que iba gratis de mi pueblo a la playa y recibia un bocadillo de "xardias"); o en las de Meredo da Veiga-Vegadeo y Paulino das Figueiras.
Rimsky quedó impresionado por la belleza del occidente asturgalaico y su ría y sobre todo de Castropol. El castropolense parque del imponente Casino decimonónico (al que fui a sus bailes vestido de hippie), con los atardeceres y la vistas del paisaje y el mar; las casonas, su silente ambiente que nos traslada a otras epocas (el ruído y movidas varias arrasan con todo), la bajada al puerto y el paseo al borde de la ría, la música de romerías como la de A Silvallana-Lantoira (a la que iba todo Vegadeo), le inspiraron fragmentos de su "Capricho español" hasta el punto que a su alborada algunos la bautizaron como "alborada da Veiga y Castropol".
Incluso hay críticos que dicen que su "Vuelo del moscardón" de la ópera El zar Saltán (fábula de Pushkin), lo tomó de los moscones de la zona que cogíamos para gallear ante las niñas.
Castropol empalma claramente con el poema romántico "Eugenio Oneguin" (llevada al cine) de Pushkin, el poeta nacional ruso por excelencia; con esa historia de amor del bon vivant Oneguin y la pura Tatiana, que recuerda el Don Juan de Byron, narrada en los paisajes envolventes y melancólicos de la gran Rusia y esa ciudad de ensueño como La Habana que es San Petersburgo. No es de extrañar que Rimsky plasmase en sus obras los recuerdos del Eo y de Castropol, de donde muchos emigraron a Cuba a principios del siglo XX.
Después de leer y ver emocionado Oneguin, después de escuchar a Rimsky, Borodin, Musorgsky, Prokofiev, Stravinsky, Rachmaninov (su elegía), me acuerdo de mi amor enamorado de Castropol en verano, en sus fiestas de Santiago, junto al casino en la verbena, esperando que apareciese mi amada en sueños Noga (que viene de Nogarov y tenía aires habaneros y eslavos), mientras que Pachico del grupo Los Estoicos de Vegadeo atacaba "Extraños en la noche" del gran Franky.
Marqués de Camposagrado
En sueños, y al ritmo del fascinante y hechicero bolero "No puedo ser feliz" ("No puedo ser feliz/ no te puedo olvidar/ siento que te perdí") interpretado genialmente por Bola de Nieve (abajo la dictadura totalitaria castrista que convirtió a La Perla del Caribe en una cárcel, a la que arrasó, prostituyó y corrompió, ensañándose con la ciudad musical, romántica y tropical. La Habana Bella, que como vi es una siniestra, tristísima y degradada sombra de lo que fue), pienso con nostalgia en la Cuba que pudo ser y en el Castropol de Rimsky-Korsakov.